La fructosa es el azúcar principal de la fruta y la mayoría de vegetales. También lo encontramos algunos endulzantes naturales como la miel, el sirope de maíz y el de agave.

El beneficio (y también el problema) del uso de fructosa como sustituto del clásico azúcar es que este no produce picos de glucosa en sangre, ya que cuando se absorbe en el intestino primero se transporta al hígado, y allí se transforma en glucosa. Digo problema porque un exceso puede provocar sobrecarga en el hígado (de hecho el consumo de ultraprocesados ricos en fructosa está asociado con la enfermedad de hígado graso no alcohólico).

Hasta hace poco, la fructosa se consideraba la panacea de los azúcares, siendo ideal para diabéticos porque, como explico, no produce elevación de glucosa ni picos de insulina. La industria alimentaria encontró en esta molécula la solución para todos sus males, sustituyendo a la malvada sacarosa (azúcar de mesa), por la “saludable” fructosa. Al fin y al cabo, la fructosa proviene de los vegetales, y los vegetales son saludables, ¿no?

Sí, pero no.

Para empezar me gustaría aclarar que la fructosa que encontramos en los ultraprocesados no proviene de la fruta, sino de la descomposición química de moléculas de sacarosa.

Por otra parte, el problema no está en consumir fruta, que es naturalmente rica en fructosa (por eso es dulce). La fruta contiene una proporción mínima de fructosa, comparado con la gran cantidad de agua y fibra que contiene. Además, esta fibra provoca que la absorción de la fructosa sea más lenta, evitando en parte los posibles efectos.

El problema lo encontramos cuando sobrecargamos a nuestro sistema con fructosa. Debemos entender que el cuerpo es capaz de digerir unos 25 gramos de fructosa al día, con lo que si nos sobrepasamos podemos tener molestias. Por ello, es posible que si ya llegamos a los 25 gramos con un desayuno ultraprocesado, luego sea la manzana de la merienda la que rebose el vaso y nos haga que nos encontremos mal. Con ello no quiero decir, ni mucho menos, que la manzana sea la causante del malestar.

De hecho, es poco probable que siguiendo una dieta equilibrada, se pueda llegar al umbral de tolerancia por consumir “demasiada fruta”.

Sumémosle al combo la creciente prevalencia de la intolerancia a la fructosa, y el desastre está asegurado.

Por cierto, la intolerancia a la fructosa (al igual que a la lactosa y al sorbitol) se dan cuando el intestino delgado está inflamado debido a X causas: parásitos, celiaquía, sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado (SIBO)…, lo que significa que hay un problema de salud importante de base. La solución no se debe basar en eliminar los alimentos ricos en fructosa para siempre, sino en encontrar la causa de la inflamación, reducirla o curarla, para poder volver a ser capaces de consumir fructosa sin sentir malestar. Evidentemente, durante un periodo será necesario reducir drásticamente el consumo de fructosa para reducir los síntomas mientras se trata la inflamación de base, pero eso no debe mantenerse para siempre. Es muy común encontrar personas que por X causas empezaron a tener molestias al tomar fructosa, les diagnosticaron intolerancia a la fructosa, y llevan 15 años sin tomar ciertos alimentos que están en su «lista negra a evitar», en vez de buscar el problema de raíz y recuperar la salud. Si no tratamos el problema de base, la intolerancia no se resolverá, todo al contrario, probablemente a lo largo del tiempo aparecerán otras intolerancias alimentarias.

Pero volviendo al tema de nuestra protagonista de hoy, si algo tiene de bueno la fructosa es que es un 50% más dulce que el azúcar de mesa. Por tanto, al endulzar con fructosa conseguimos el dulzor aportando menos calorías que con azúcar de mesa.

Por cierto, ¿sabíais que las frutas no solo contienen fructosa sino también glucosa? Sin embargo, no todas contienen la misma proporción de ambos azúcares. A modo general, las frutas con hueso tienen mayor proporción de glucosa que de fructosa. En las frutas con semillas es al revés.

Supongo que os habréis quedado con un sabor amargo de boca…¿y entonces, hay algún endulzante realmente saludable? ¿Quizás la miel? ?La stevia? ¿Y los edulcorantes artificiales?

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