Todos sabemos que los zumos envasados en general son nutricionalmente pobrísimos: a partir de concentrados, con fruta mala calidad (podrida o machacada), con azúcar añadido… En fin, una guarrada.
Afortunadamente, en los últimos años la población ha cogido consciencia de que estos productos industriales no forman parte de una dieta saludable, y que su consumo debe ser nulo o esporádico.
Sin embargo, paralelamente, ha nacido una moda por los zumos naturales, que en mi opinión es inmerecida.
Ese movimiento se basa en el hecho de que al tomar las verduras, hortalizas y frutas en formato líquido, desprovistas de fibra y sin tener que masticarlas, generamos un estado de relajación en nuestro sistema digestivo, para que pueda dedicar sus recursos a eliminar “toxinas”. Sin embargo, no hay estudios que demuestren este poder detoxificante. Dicho esto, por supuesto, si una persona que desayuna-come-cena McDonald’s pasa a realizar una dieta a base de zumos, su sistema digestivo descansará. Pero también lo hará si realiza una dieta equilibrada y saludable.
En cambio, los promotores de las dietas zumos-detox, no hablan del hecho que el sobre-consumo de zumos de alto índice glucémico (frutas) provoca picos brutales de glucosa en sangre, resistencia a la insulina, sobrecarga renal debido al exceso de ácido oxálico y además están desprovistos de fibra (que favorece el tránsito intestinal y actúa como alimento para nuestras bacterias) y nos dejan con más hambre.
No me malinterpretéis, no digo que todos los zumos sean malos; por supuesto es mejor un zumo casero con fruta de verdad, de calidad y a poder ser de proximidad o ecológica para maximizar su contenido en vitaminas y minerales, pero eso no los convierte en oro líquido.
Para empezar, un zumo, por muy natural que sea, contiene el azúcar propio de la fruta. Este se encuentra libre (pues se lo ha separado de la fibra de la fruta) y se absorbe muy rápidamente . Pero no solo eso, sino que además esta fibra (que es la que nos sacia y reduce los picos de glucosa en sangre) se tira, quedando básicamente agua y azúcar.
Por tanto, si os gusta «beberos» la fruta, siempre será mejor en forma de batido (donde la fibra se consume, aunque se separa y por ende se liberan los azúcares). El efecto saciante y regulador de glucosa en sangre no será tan bueno, pero algo es algo.
Además, hay que tener en cuenta que para hacer un zumo se usan varias piezas de fruta, por lo que el azúcar total por zumo será mayor (matemáticas puras). Nadie se come 4 naranjas de golpe, pero se toma un vaso grande de zumo de naranja que las contiene sin problema.
Igualmente, hay que tener en cuenta que la acción de masticar la fruta tiene un efecto saciante (el cerebro detecta que comes más y por tanto sacia más).
Finalmente, la velocidad con la que nos bebemos un zumo (o batido) es mucho mayor que al comernos la fruta entera. Eso también afecta a la velocidad e intensidad del pico de glucosa en sangre.
En resumen, es mucho mejor tomar la pieza de fruta entera. Eso no quiere decir que no podamos tomarnos un zumo o batido de vez en cuando, siempre conscientes de lo que son y lo que nos estamos tomando. Asimismo, debemos priorizar los de verduras y hortalizas o frutos de bajo índice glucémico.