¿Sois de los/as que consumís semillas cada día como topping en vuestro smothie bowl, crema de verduras, ensalada, etc? Si no, seguro que conocéis a alguien. Instagram está plagado de fotos y recetas así.
En cualquier caso, consumir semillas está de moda (son el nuevo aguacate) desde que corrió la voz de que son sanísimas por su elevado contenido en omega 3 y fibra. Y es cierto, aunque como explicaré en otro post, el tipo de omega 3 de las semillas nos es de poca utilidad.
El problema es que nuestro cuerpo no es capaz de digerir las semillas enteras. Para absorber sus nutrientes es necesario dejarlas en remojo (ej: el famoso pudding de chía «overnight») o triturarlas (ej: el tahini es mejor fuente de calcio que las semillas de sésamo enteras).
Eso solo aplica para las semillas pequeñas (las que no masticamos) como la chía y el lino.
Las semillas grandes como las pipas de calabaza o girasol se mastican, y por lo tanto sí se pueden digerir.
Pero además, no solo es un tema de absorción, ya que si estas semillas no se remojan o trituran pueden clavarse en el intestino e irritarlo.
Si os fijáis, yo nunca decoro mis platos con semillas (aunque queden muy trendy para las fotos de Instagram).
El tiempo de remojo de estas semillas es:
– chía: 30-60 min
– sésamo: 4-6 h
– lino: 6-8 h
Consejo: como ya sabéis, estas semillas son muy ricas en aceites saludables (omega 3), pero al triturarse entran en contacto con oxígeno y, por ende, se oxidan y pierden gran parte de su valor nutricional.
Por ello, es recomendable consumir las semillas justo después de triturarlas. También podemos guardarlas en nevera (máximo 2-3 días) o congelarlas.
Por el mismo motivo, es mejor guardar las cremas de frutos secos (mirad aquí mi receta de crema de anacardos), en la nevera (aunque en el envase no lo diga).
¿Os cuento un secreto? Aunque la chía se ha autoproclamado reina absoluta de las semillas, las de lino son igual de saludables y mucho más baratas.