La canela es una especia procedente de la corteza del canelo, un árbol originario de Sri Lanka.
Como en todas las especias, debido a su bajo contenido en agua, los micronutrientes están concentrados. Es rica en calcio, hierro, potasio, fósforo, sodio, zinc, manganeso, selenio, vitamina A, C…
Es conocida por su uso en recetas de cocina (galletas, bizcochos, salsas…), pero ¿sabíais que también tiene propiedades medicinales muy interesantes?
Entre sus beneficios destaca su potente poder antioxidante (1 cp aporta la misma cantidad de antioxidantes que 1 taza de arándanos). También reduce los niveles de azúcar en sangre (combate la resistencia a la insulina), es antiséptica, antiinflamatoria, mejora diversas alteraciones gastrointestinales…
Hasta aquí la teoría, pero vamos a poner los datos en perspectiva: la cantidad de canela diaria que se consume es ínfima (1 g quizás), por lo que los efectos medicinales beneficiosos reales son mínimos. No penséis que por poneros una cucharadita de canela en el café os podéis zampar 8 galletas y no os subirá el azúcar en sangre.
Existen dos tipos de canela en el mercado: la canela Ceylan y la Cassia.
Canela Ceylan (Cinnamomum zeylanicum):
- múltiples beneficios descritos arriba
- sabor mucho más dulce
- color más claro
- más cara
Canela Cassia (Cinnamomum cassia):
- tóxica para el hígado por su alto contenido en cumarina -> la Unión Europea ha fijado el límite máximo de consumo seguro a lo equivalente a 1/2 cp de canela Cassia diaria. Si lo pensáis, es poquísimo, pues una pieza de bollería con canela lleva mucha más cantidad. El problema no está en el consumo puntual de estos alimentos, sino en personas que los consumen habitualmente).
- color más claro
- sabor más fuerte y amargo
- más barata
Muchas canelas comerciales no especifican de qué tipo son, en ese caso SIEMPRE serán canela Cassia. Es como el aceite de oliva, si es virgen extra, en la etiqueta lo pondrá bien grande (y la buena calidad se paga). Si no lo especifica, ya sabéis que será refinado.
Además, si la compráis en vaina podréis comprobar visualmente el tipo de canela: la Cassia está compuesta por una capa gruesa de corteza enrollada, mientras que Ceylan tiene muchas capas más delgadas y de aspecto más fibroso. Si la compráis molida, os tendréis que fiar de lo que pone en la etiqueta, ya que la verdad es que el color y el sabor varía mucho entre marcas, todas ellas etiquetadas como tipo Ceylan.
Hace unos años me leí el libro ¡Como puedes comer eso!, de Christophe Brusset (muy muy muy recomendable) que habla sobre los engaños en la industria alimentaria, y recuerdo que el autor recomendaba vivamente poner especial atención en consumir especias de calidad. Consideraba que en estas, al estar desecadas, y trituradas, era posible añadir todo tipo de “sustancias” (evidentemente sin declararlo en la etiqueta) para aumentar volumen, enmascarar olores, sabores, etc. Si a todo ello le sumamos que la mayoría de especias provienen de países fuera de la Unión Europea, donde la legislación es mucho más laxa o a veces inexistente, la probabilidad de timo aumenta una barbaridad.
En mi opinión, vale muchísimo la pena pagar la diferencia (quizá 1 o 2€ más por bote, que durará meses) y apostar por la Canela Ceylan. Si no nos metemos una cucharadita de «veneno» cada día, pues mejor que mejor.
Veréis que a todas mis recetas de dulces les añado una cucharadita o dos de canela, ya que aporta dulzor (sin calorías como los azúcares naturales y sin efectos adversos como los edulcorantes artificiales), un sabor diferente, y un plus de antioxidantes. También se lo añado a mis tés e infusiones, e incluso a la salsa boloñesa (sí, suena raro) para matarle la acidez al tomate sin tener que añadirle azúcar.
¿Y vosotros, como la tomáis?