Me encanta preparar recetas utilizando productos de temporada. Septiembre es época de higos y algarroba, y todo el año es época de galletas.
La algarroba es el fruto del algarrobo, un árbol que se cosecha en las cuencas del mediterráneo. El fruto, en forma de vaina y de color marrón, se consume normalmente en forma de harina, después de extraerle las semillas y tostarlo.
¿Sabíais que también se pueden comer las vainas crudas? Recuerdo que mi padre me explicó que de pequeño las cogía del árbol y las mordisqueaba como si fuera una chuche. ¡Lo de antes sí que era comida real!
El sabor de la algarroba recuerda al chocolate, aunque quizás con un punto más dulzón. Es fuente de hidratos de carbono de bajo índice glucémico, con lo que es apto para diabéticos.
Me gusta mucho utilizar la algarroba para la repostería, porque aporta un punto dulce (sin necesidad de añadir azúcar extra a la preparación) y achocolatado (sin tener los efectos estimulantes del chocolate).
De hecho para mí eso es lo genial de esta receta. La propia algarroba (que tiene hidratos de bajo índice glucémico), los higos (provistos de fibra que ralentiza la velocidad de absorción del azúcar natural de la fruta) y el coco (que aporta sabor dulce sin nada de azúcar) le dan el dulzor necesario a las galletas, sin quedar excesivamente empalagosas. Y ácido del limón, les da un punto muy interesante.
INGREDIENTES (1 tarro mediano):
- 300 g de harina de trigo sarraceno
- 100 g de harina de algarroba
- 200 g de higos frescos
- 3 huevos de chía (3 cs de chía + 9 cs de agua)
- 50 g de coco rallado
- 20 g de aceite de coco de virgen extra eco
- Piel de 1 limón eco (importante que sea eco porque los pesticidas se acumulan en la piel)
- 1 cp de canela ceylan