Hay dos tipos de personas en este mundo, las que aprovechan las pipas de la calabaza y las que no.

Si sois del segundo grupo, espero que después de leer este post cambiéis de parecer.

Las pipas de calabaza son sanísimas: son ricas en grasas saludables, altas en proteínas (30 g de proteína por cada 100 g de pipas; de hecho es la segunda semilla con mayor porcentaje de proteína, después del cáñamo).

Además son una fuente excelente de varios micronutrientes como el Omega 3, vitaminas A, grupo B, C, D, E y K y minerales como el fósforo, zinc, calcio, potasio, hierro y magnesio. También tienen propiedades antioxidantes, antiinflamatorias, antiparasitarias, favorecen el sueño, y un largo etcétera.

Y por si fuera poco, esta «receta» (si se le puede decir receta, porque es taaaan fácil que no sé yo si cuenta) está de vicio.

De verdad que no tienen nada que envidiar a los kikos fritos que muchos se meten entre pelo y pecho mientras ven una peli después de cenar. Están igual de ricas, pero sin ser fritas ni cargadas de grasas trans. Eso sí, 100% adictivas igualmente.

INGREDIENTES (1 tarro pequeño):
  • pipas de una calabaza
  • 1 cp de sal
  • especias al gusto: cúrcuma, pimienta negra, paprika, ajo en polvo, sal de hierbas…
PREPARACIÓN (5 min):
  1. El día que vayáis a cocinar una calabaza (para hacer crema, puré, salteado, etc), no tiréis las semillas de dentro. Si no las queréis tostar el mismo día podéis guardarlas en la nevera un par de días o congelarlas.
  2. Lavamos las pipas con agua, quitándoles el cabello de ángel pegado. No las lavéis demasiado, queremos que queden con esa textura pegajosa de los restos de la calabaza -> eso hará que las especias se queden pegadas.
  3. Sazonamos con sal y especias.
  4. En una sartén, tostamos las pipas a fuego medio. Primero destapadas para que se evapore la humedad, y una vez estén secas tapamos. Vamos removiendo de vez en cuando para que no se quemen. A los pocos minutos empezarán a explotar como palomitas. Tostamos 5 min más y apagamos el fuego.
  5. Dejamos enfriar y ¡a disfrutar!

Se pueden guardar en un bote de cristal fuera de la nevera varios días, pero seguro que no os durarán tanto.

La foto es del respaldo de mi sofá, justo antes de zampármelas todas mientras leía después de cenar. ¡No quedó ni una!

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